Muchas de las medidas más radicales de reestructuración de GM, fueron la destitución del ex presidente ejecutivo Rick Wagoner y la decisión de acogerse a la bancarrota.
Se trata de un cambio significativo respecto a la forma en que la empresa era dirigida. Bajo la conducción de Wagoner, los directores se comunicaban con él y rara vez interactuaban con el resto de los ejecutivos. Esto es sumamente llamativo, más en los tiempos que corren hoy día.
En una de las primeras señales de que la nueva junta directiva ejercerá un papel más activo en las decisiones de la automotriz, se les ha comunicado a los altos ejecutivos que deben interactuar en forma más estrecha con los encargados de las operaciones.
Otro caso similar es el de Boing con su proyecto 787 Dreamliner. Muy demorado por cierto, y con sensible impacto en la imagen compañía (que se traduce en la cotización del papel en la Bolsa): las fallas de ingeniería en el diseño han ventilado problemas de comunicación interdepartamental.
Cada liderazgo aporta su impronta, pero en los tiempos de hoy, los problemas de comunicación entre unidades, y más aún, en altos rangos, puede desencadenar situaciones como las de GM o las de Boeing.
